Momentos y té

Aaaaah Izlah… ¿qué te puedo decir? Parece mentira que ya seamos tan amigas, gracias por siempre darte el tiempo de vernos, de compartir un té, de maravillarnos con tus planes y por consentirnos con la pasión que compartes por el té.

Y es que la nueva visión de lo que fue Teavana, tiene tanta personalidad, tanta pasión y tanta ilusión que nos atrae siempre a verla crecer, verla evolucionar. Además de su popular barra de tés (porque esa pared de latas ya es un “staple” para los amantes del té), encontramos que Izlah ofrece degustaciones de té, que OBVIAMENTE les recomiendo 1000% (si, mil por ciento) ir a una si tienen la oportunidad. Y siendo como soy (extremadamente introvertida en la vida pero curiosamente extrovertida en cualquier tema que tenga que ver con té), mandé un correo y agendé mi degustación de té con Gerardo, sommelier de té y encargado de Customer Experience de Izlah.

Sólo tengo una palabra que resume perfectamente nuestra experiencia: inigualable.

Ya sé que podría parecer disco rayado con el número de veces que he dicho que me gusta Izlah, pero no exagero cuando digo (o escribo) que estar en Izlah se siente como estar en casa. Siempre que he visitado, la experiencia es buena, el té delicioso y la felicidad real. Me gusta pensar que Izlah nos invitó a verla crecer, lo que me hace sentir orgullosa e inspirada de que la vida nos hiciera coincidir con tanta gente increíble.

Me gustaría dedicar este post, más que a los sabores que probamos, a la experiencia que tuvimos, porque aunque tengo bastante que decir de los sabores (que discutiremos a fondo en el siguiente post), fue el tiempo y la compañía las que hicieron de esta tarde de té algo increíble.

Llegamos sin una idea clara de qué pasaría la siguiente hora (que en realidad se extendió a dos), nos presentamos con Gerardo y como si nos hubiéramos conocido toda la vida nos sentamos a platicar de té. Nos recibió con un tamayrokucha, uno de los tés más finos que tienen. De origen japonés, este té verde es fragante, con notas cítricas, súper largas en la boca y ligeramente astringentes; fue como un apapacho en forma de té. No sé si así lo haya planeado nuestro host, pero pienso que fue una bienvenida perfecta.

Nos sentamos a platicar de cómo va Izlah, de algunos de sus proyectos en puerta, del novio de Izlah, Baxter; un espacio dedicado al café en convivencia con el té (que tenemos súper pendiente visitar) y del plan del día: probar los sabores del verano en la colección Beach Club.

Baxter Room en Polanco

Un abanico de sabores, Beach Club es una colección de tisanas (mezclas sin té) que van desde lo cítrico, pasando por lo súper frutal, hasta mezclas primordialmente dulces. Pero como he dicho, lo que más me sorprendió y me hace enamorarme más del té cada día fue la conversación. Platicamos de lo mucho que la cultura puede influir en los sabores del té que se prefieren en ciertos países, de la manera en la que Izlah es una puerta abierta para todos, de cómo para muchos amantes del té, el amor empezó en un Teavana, en vencer el miedo de las latas (porque tantas opciones pueden ser intimidantes), en darse un momento para escuchar y aprender.

En mi muy personal opinión, creo que uno de los rasgos más distintivos de los amantes del té es su curiosidad, su capacidad de buscar seguir aprendiendo de todos, porque en realidad, no importa cuánto crees saber de té, siempre, SIEMPRE, hay algo nuevo que aprender.

Y como la vida es muy chistosa y junta a la gente, mientras estábamos en nuestra degustación, probando sabores inspirados en la isla griega de Mykonos, una chica que iba pasando, nos vio en una mesa llena de té y vasitos y decidió acompañarnos. Y así, de repente, estábamos cuatro ex-extraños platicando, riendo y disfrutando el té. Sofi había vivido en París y su amor por el té empezó cuando su novio le trajo flores en forma de blooming tea, esas perlas de té que cuando se infusionan se abren como flores, platicamos de qué es el rooibos, de que no soy fan del coco y de que quizá no sería mala idea que Izlah ofreciera postres o mixología con té. Y así, en dos horas y con té de por medio, dejé de ser introvertida y tuve una tarde increíble.

Por eso quería dedicar este post a esas experiencias que vivimos de la mano del té, para agradecer a la vida su versatilidad, porque así como disfrutar un té en soledad parece que alimenta el alma, dejarse guiar por la pasión de un grupo de personas que hacen posible una marca, puede resultar en momentos que cambian nuestra vida, porque el té nos da una forma de expresar la pasión que sentimos por algo, porque el té nos inspira a compartirnos con los demás. 💕🍃

– Ichi-go ichi-e

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Anónimo dice:

    Felicidades por siempre gracias por compartir

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  2. Hanna dice:

    Que felicidad me dió leer cada palabra, Izlah es una experiencia increíble tanto para los amantes ortodoxos del té, como para nuevos exploradores de sabor y bienestar. Gracias por compartirnos tu experiencia 😀

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